domingo, 23 de junio de 2024

Peregrinación a Fátima 7 al 9 de junio de 2024

  Por segunda vez, este curso, hemos peregrinado a Fátima, buscando el ambiente de piedad y devoción que allí se respira. Un oasis en medio de nuestras tareas y el estrés de cada día. 


Con bastante puntualidad llegamos al hotel para el almuerzo. Comida abundante y fraterna. Y, después, la entrega de habitaciones y un merecido descanso. Todos coincidimos en calificar el hotel como extraordinario, nuevo y con buenas condiciones para el descanso.

Ya en la tarde, marchamos hacia Aljustrel, el pueblo de los pastorcillos haciendo el viacrucis por el mismo camino que ellos hacían hasta llegar a la pradera donde pastaban sus animales y donde se les apareció la Virgen. Esa pradera es hoy la gran explanada del Santuario de Fátima. 

En Aljustrel pudimos ver las humildes casas de los niños y vuelta a Fátima para la celebración de la Eucaristía con todos los peregrinos de habla hispana.

Después de la cena, acudimos al rezo del Santo Rosario y a la procesión de las velas en la que nos cayó toda el agua del mundo. Noche de tormentas y de aguas torrenciales. 

Incómodos, sí, pero admirados por la entereza y la constancia de los peregrinos de todo el mundo. Nadie se salió de las filas y nadie abandonó a la imagen de la Virgen a pesar de que el agua empapaba a los asistentes.

  Esa noche se pusieron en marcha todos los secadores del hotel para tratar de secar los zapatos y tenerlos listos para el día siguiente. 

El sábado nos fuimos a Lisboa con el objetivo de ver el Monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belem y la Plaza de los Conquistadores. Visitas muy interesantes además del paseo en autobús por barrios típicos de la capital portuguesa. Y por la tarde una visita al oceanográfico, que es considerado uno de los mejores de Europa. 

Y ya por la noche, después de la cena, pudimos volver al Rosario internacional y la procesión de las velas que, esta vez sí, fue una gozada para el espíritu. Una cantidad inmensa de gente en un recorrido precedido por la cruz iluminada y la pequeña imagen de la Virgen y, como siempre, una fe que brillaba más que las velas que alumbraban el paso de la imagen. 

La mañana del domingo la dedicamos a recorrer personalmente los santuarios de la Virgen del Rosario de Fátima, la Basílica de la Santísima Trinidad y la Capelinha de las apariciones y a hacer las compras de última hora. 

Con la celebración de la Eucaristía en la capilla del hotel y la comida terminanos nuestra peregrinación y emprendimos regreso a Jaén. 

En el decir de todos, una preciosa experiencia a la que colaboraron la puntualidad y la buena relación fraterna de todos los participantes.