El pasado día 16, domingo de la Santísima Trinidad,
celebramos la Eucaristía
en acción de gracias por toda la labor pastoral llevada a cabo en el curso
pastoral 2018-2019, que ahora acaba, y por la Misión Parroquial, que hemos
estado celebrando en estos meses pasados en unión con toda la Diócesis.
El párroco recordaba en la homilía
que una Parroquia, territorial por definición y con límites establecidos por
decreto episcopal, es de verdad una parroquia-comunidad cuando un buen grupo de
fieles (siempre “in crescendo”) son capaces de avanzar cada día más en la fe y en
la relación con el Señor, son capaces también de vivir la fraternidad cristiana
en la comunidad y están dispuesto a llegar con su testimonio, sus palabras y la
coherencia de su vida, a todas las calles y rincones de la feligresía. Al mismo
tiempo emplazaba a todos a retomar, con fuerzas renovadas por el descanso
estival, todos los buenos deseos y propósitos expresados a lo largo de las
asambleas domiciliarias de la
Misión.
A la Eucaristía, sentida y
participada, como es habitual en nuestra comunidad, siguió un ágape fraterno,
que en este caso consistió en una enorme y exquisita paella que cocinaron Agustín
Melero, Ana su esposa, su hermana y un buen grupo de colaboradores.
Los casi ciento veinte comensales
que disfrutamos de este encuentro festivo y esta comida compartida coincidimos
en la necesidad de repetir tan buena experiencia.
Desde aquí mil gracias a los voluntarios
que hicieron el trabajo con tanto esmero y a todos los comensales por el buen
desarrollo de esta acción comunitaria.